Elba Selva

publicado en: Historias de vida | 0

Sin botines ni DT, la selección femenina fue al Mundial de 1971. Elba le hizo cuatro goles a las inglesas y en su honor se celebra hoy el Día de la Futbolista. 

Elba Selva se sintió diminuta cuando en 1971 entró a la cancha del estadio Azteca. Realmente estaba sucediendo: miles de personas calentaban con canciones la previa del partido. Las 17 integrantes de la selección argentina habían viajado hasta México sin director técnico, sin médico, sin botines ni camisetas, pero ahí estaban, listas para salir a la cancha a jugar un Mundial Invisible.

Aquella Copa del Mundo, de la cual participaron seis países, no fue avalada por la FIFA. Es más, el primer mundial femenino oficial recién data del año 91. Pese a ello, en julio de 1970 se jugó el primer torneo internacional femenino, que tuvo lugar en Italia, pero la Argentina no tuvo la posibilidad de participar. Al año siguiente, los organizadores del evento decidieron realizarlo en México y, al saber las dificultades que tenía la selección para ir, el país anfitrión decidió invitar a las jugadoras y les pagó todo: desde los pasajes hasta su equipamiento.

Cuando les dieron sus botines, las futbolistas primero tuvieron que adaptarse porque nunca en sus vidas los habían usado. Ellas salían a jugar por hobby, después de sus trabajos, con las zapatillas deportivas que tenían en sus casas. Por eso, los días previos al Mundial se los calzaban y desfilaban con ellos puestos por todo el hotel. “Nos adaptamos bastante rápido. Hice cuatro goles con botines, imaginate”, dice en tono de broma Elba.

En el primer partido de la competencia, la Selección perdió 3 a 1 contra las mexicanas. Tras la derrota, un ex futbolista argentino que vivía en tierra azteca escuchó que el equipo no tenía quién las dirija desde afuera de la cancha y decidió hacer algo al respecto. Esa misma noche, Norberto Rozas se acercó al hotel en donde se hospedaban las jugadoras y se ofreció a ser su director técnico durante aquellos días: aceptaron gustosas.

En el segundo partido fue cuando ocurrió la magia. En el estadio Azteca. Y contra Inglaterra. El mismo rival y el mismo lugar que se convertirían en la historia más trascendente del fútbol argentina, Elba escribió su página de gloria 15 años antes. A pura gambeta.

A los pocos minutos de arrancar el juego, Elba Selva, la diez argentina, recibió un pase de Eva Lembessi. Le dio la pelota a Betty García, quien se la volvió a pasar y Elba salió corriendo hacia adelante. Gambeteó a una inglesa. Otra vez a Betty Garcia. Elba se tira hacia la derecha del arco, Betty se la devuelve, Selva patea con su mágica zurda y ¡goooooool! ¡Gol de Elba Selva, señoras y señoritas!

Unas 110.000 personas tenían los ojos clavados en ella. Gritaban, la vitoreaban y saltaban de alegría. Entre las jugadoras se repartían besos y abrazos, las lágrimas estaban al borde de empaparles las caras. “¡ARGENTINA, ARGENTINA!”, se escuchaba desde el centro de la cancha. De la emoción, Elba sentía que se le aflojaban las piernas, pero ya nada ni nadie podía pararla. Todavía tenía que meterle otros tres goles a las inglesas, quedar como la segunda goleadora del Mundial y, de paso, dejar sellado a ese 21 de agosto como el Día de la Futbolista Argentina (se celebra desde 2019).

En su infancia, a principios de los años cincuenta, no había chicas para jugar en su barrio de Villa Lugano. Por eso ya desde sus ocho años, “quizás antes” acota Elba, iba con sus vecinos a jugar en los potreros. Al principio fue por curiosidad, pero en cuanto tuvo la pelota en sus pies se dio cuenta de que el deporte realmente le gustaba. A sus espaldas, la gente comenzó a cuchichear cosas. A sus padres les decían que no la deberían dejar jugar con los varones en la calle, mientras que en la escuela sus compañeritas la ignoraban porque “ella juega con los nenes”.

“A las cosas así nunca les dí importancia. Me dolían, por supuesto, pero me gustaba jugar y seguí jugando, no me importaba que sean varones. No había maldad, la gente decía que me iban a agarrar y me iban a hacer algo. Yo solo quería jugar igual que ellos. Me encanta jugar, el deporte, todo me gusta. No me importó lo que me dijeran, lo que era o lo que no, a mí me gustaba y punto”, cuenta la protagonista de esta historia. 

Sin embargo, agrega: “Lo único que respetaba eran las decisiones de mi mamá y de mi papá”. Su padre, Alberto, era otro fanático del fútbol. Le gustaba compartir esa pasión con su hija mayor, la alentaba y siempre le gustaba verla jugar. Pero a su madre, Porfiria, la idea de que sea la única mujer practicando ese deporte entre tantos hombres no le gustaba ni un poco.

– “¿Cómo va a jugar al fútbol? No quiero, no me gusta. Buscale un club en donde pueda jugar al básquet”, le dijo una tarde Porfiria a Alberto.

Su papá cedió. La anotó en el club Primera Junta para que pudiese practicar básquet y sacar toda esa energía que uno tiene acumulada a esa edad. A Selva ese deporte le gustaba, siempre todo lo que implicara movimientos ella lo disfrutaba. En esos años, ese amor que sentía por el fútbol lo convirtió en pasión por Boca Juniors.

El tiempo pasó y Elba continuó jugando al basquet. Hasta que en un jueves de entrenamiento, ya con 21 años, cuando intentó encestar en el aro, el balón naranja rebotó y salió. Con la rabia típica de la frustración, cuando la pelota llegó hasta ella la reventó de una patada contra la pared.

– «¡Eh, Elba! Vení «, le dijo todavía asombrada su amiga Eva Lembesis, quien años más tarde sería su compañera en el Mundial del 71. Y le dijo la frase que cambiaría su vida: «Juego al fútbol en un equipo de mujeres, ¿no querés venir?».

“Tenía una alegría bárbara. Pensé: son todas mujeres, mi mamá me va a dejar. Y así fue que no hubo tanto problema. El sábado ya estaba viajando a la provincia a jugar y enseguida me pusieron en el equipo. Yo les dije que no, que había chicas entrenando hace tiempo y yo recién vengo, ¿cómo que me van a poner a mí? Pero me contestaron que no, que el deporte es así y si alguien está mejor preparada… y bueno, así que entré a la cancha”, recordó Selva.

***

Cuanto el segundo partido del Mundial ante las inglesas terminó 4-1 para la Argentina, las jugadoras no lo podían creer. Desbordantes de alegría, en el vestuario cantaban y festejaban la victoria. Cuando llegaron al hotel se reunieron todas en una habitación y, mate de por medio, volvieron a comentar todos los detalles del juego.

En México estaban viviendo su sueño, eran todas unas celebridades. La gente se les acercaba y les regalaban los colgantes que tenían en sus autos: con formas de calavera, de una pareja de mexicanos, de sombreritos. Al día de hoy, Elba los sigue guardando con mucho amor en un cajón de su casa.

Pero tampoco fue todo felicidad, hubo momentos difíciles. Elba Selva se fue a sus 26 años durante casi un mes y medio al país centroamericano para jugar el Mundial, mientras que en la Argentina se había quedado su marido Raúl a cargo de su hijo de dos años, Darío. Ella siempre que podía les enviaba telegramas para mantener el contacto. No hubo un día en el cual no los extrañase.

En un principio, Elba no iba a viajar con la Selección. Cuando se enteró de que estaba convocada para ir y le iban a pagar todo, se angustió porque por dentro ya había tomado la decisión de desistir. Tenía que quedarse a cargo de su primer hijo.

– «¿Qué te pasó? ¿Te peleaste con alguna de las chicas? «, le preguntó su marido cuando le vio la cara triste después del entrenamiento.

-«No, nada, estoy bien», le respondió ella. Era indisimulable.

-Dale, ¿qué te pasa? Vos no sos así, estás como caída.

-«Mira, las chicas se van a ir a jugar a México. Les van a pagar el viaje para jugar en el Mundial», soltó finalmente. 

-«¿Y qué? ¿No vas a ir?», le preguntó él.

-«No. Tenemos al nene», respondió ella como si fuese algo obvio.

-¿Cómo que no vas a ir? ¿Y yo cuándo te voy a poder pagar un viaje así? No, vos tenés que ir. Andá a hacer lo que te gusta. A Darío lo cuidamos con tu mamá y tus hermanas. Vos, andá.

Finalmente Elba viajó, jugó e hizo historia. Lloró de alegría y lloró de tristeza. Incluso, pese a la poca preparación con la que había ido la Selección, quedaron cuartas en el torneo. Pero luego de un largo mes regresaron a la Argentina y Elba se llevó una gran desilusión. En el aeropuerto estaban los familiares de las jugadoras, como siempre, apoyándolas y esperándolas tras tantos días en tierras lejanas. Sin embargo no había ni un periodista para hacerles una nota, ni un fan, nada. Después de tanto sacrificio, era como si solo hubiesen vuelto de unas vacaciones por las ruinas mayas.

Cuando se encontró con la realidad, a Selva le “agarró el bajón”. Con un vacío en el pecho, decidió que a partir de ese día había terminado con el fútbol. Tenía que seguir cuidando de su hijo y tenía que volver a buscar un empleo: en la fábrica de medias en donde trabajaba la habían despedido por su viaje.

-Hola Elba, ¿cómo estás? Te habla la periodista del diario La Mañana del Neuquén, ¿podes hablar?.

-Sí, justo estaba terminando de cortar el pasto.

Dos años atrás rehuía de todo medio que la contactara. Quería seguir manteniendo su perfil bajo, bajísimo, como hasta ese momento lo había hecho. Pero su actitud cambió cuando una compañera del Polideportivo al que asiste regularmente le hizo notar que, gracias a su historia, otras mujeres podrían jugar al fútbol sin tanto impedimento. Hoy en día Elba, con sus 75 años, sigue haciendo jueguitos con la pelota y le da notas a todo aquel que quiera hablar con ella.

“Tanto tiempo que yo no quise, que no quería saber nada. Esta compañera si no me decía que lo haga por las chicas que juegan… hoy en día me arrepiento de no haberlo hecho antes. Si yo hubiese sabido que se iba a revolucionar todo… después de eso vi jugar mujeres por todos lados. Ahora veo las canchas de acá y juegan. Una cancha para las mujeres y otra para los varones. Llevan las cosas de mate, tereré y juegan”, cuenta con emoción.

Después de haber vuelto del Mundial, Elba cumplió con su palabra y dejó que sus días en el fútbol pasasen a ser un mero recuerdo. Durante 48 años nadie tocó el tema, hasta que su ex compañera Lucila Sandoval decidió reunir al equipo de nuevo. Le costó convencer a Elba, ella estaba decidida a dejar ir ese pasado. Pero fue casi inevitable. La historia comenzaba a tomar relevancia después de tantos años en el olvido y desde la Legislatura porteña avanzaba un proyecto de ley para decretar el 21 de agosto el Día de la Futbolista Argentina en su memoria.

Cuando finalmente Selva accedió a reencontrarse con ese pasado, su vida se vio revolucionada. Sus vecinos comenzaron a verla en la televisión y no lo podían creer. “¡Cómo no nos dijiste que jugaste un Mundial!”, le recriminaban asombrados. ¡En el Azteca y 15 años antes que Maradona! Y encima también zurda, aunque el gol fue sin la mano.

La gente empezó a reconocerla en la calle. Incluso, el año pasado, un padre la llamó desesperado pidiéndole si por favor no podía ir al cumpleaños de 15 de su hija en Córdoba, que era su mayor deseo. Le pagó el pasaje y ella cayó de sorpresa. Para una chica de quince años que decide decorar su salón de fiestas con la temática de fútbol y la torta principal en forma de pelota, Elba claramente era su máxima ídola. Cuando la quinceañera la vio, se abrazaron y las dos se largaron a llorar a mares.

También, luego de la repercusión que hubo, las jugadoras de la selección del 71 fueron invitadas a viajar a la Copa del Mundo en Francia el año pasado. Uno de esos días, en la tribuna, dos de las ex futbolistas inglesas se les plantaron de frente. Dijeron algo en inglés, la diez argentina no entendió. La arquera Marta Soler se puso a conversar con ellas e hizo de traductora.

-«¿Quién es Elba Selva?», habían preguntado.

Todas sus compañeras la mandaron al frente. Una de las inglesas la miró y se pasó el dedo índice de un extremo al otro de su cuello, haciendo alusión a que se lo iba a cortar. Las futbolistas de las dos selecciones se rieron y se abrazaron. Los tiempos habían cambiado.

Fuente: www.lmneuquen.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *