Años luz de distancia: la desigualdad en las ganancias de las deportistas profesionales

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A pesar de los avances en los ingresos de las mujeres deportistas, las cifras revelan una realidad contundente: están a años luz de alcanzar las retribuciones de sus pares masculinos. Según los rankings económicos de 2024 publicados por Forbes y Sportico, las quince mujeres mejor pagadas en el deporte suman, en conjunto, menos que lo que ganó un solo hombre, el futbolista portugués Cristiano Ronaldo, quien lidera las listas con 260 millones de dólares anuales.

La tenista estadounidense Coco Gauff, número tres del mundo a sus 20 años, encabeza la lista femenina con ingresos estimados entre 30 y 34 millones de dólares. Aunque esta cifra representa un avance para las deportistas, es solo una octava parte de lo que percibió Ronaldo. Además, incluso el hombre que ocupa el puesto número 50 en la lista supera ampliamente a Gauff.

Avances insuficientes

Las mujeres deportistas ganaron un 27 % más que en 2023, alcanzando un total combinado de 221 millones de dólares entre las quince más destacadas. Esta mejora se refleja también en el aumento de las atletas que superaron la barrera de los 10 millones de ingresos: once en 2024 frente a seis el año anterior. Sin embargo, las cifras siguen exponiendo una brecha desproporcionada, tanto en premios por rendimiento como en patrocinio.

Gauff, quien repitió como la deportista con más ingresos, obtuvo 30,4 millones, de los cuales 9,4 millones corresponden a premios y 21 millones a patrocinios. La estadounidense también marcó un hito al ganar 4,8 millones en las Finales WTA de Riad, la mayor cifra en un torneo femenino. Sin embargo, este récord individual no cambia la distancia abismal que separa las ganancias de hombres y mujeres en el deporte.

El peso del patrocinio

El patrocinio sigue siendo el motor principal de ingresos para muchas atletas. Eileen Gu, Simone Biles, Caitlin Clark y Naomi Osaka figuran entre las pocas deportistas cuya imagen comercial les reporta casi la totalidad de sus ganancias. Gu, por ejemplo, obtuvo 22,1 millones gracias a acuerdos con marcas como Louis Vuitton, Tiffany y Porsche, compensando la falta de premios en su disciplina, el esquí artístico.

Este desequilibrio es especialmente notorio en casos como el de Osaka, quien recaudó entre 12,9 y 15,9 millones, de los cuales solo 870.000 dólares provinieron de premios por sus resultados deportivos.

Un largo camino por recorrer en Argentina

En Argentina, el deporte femenino enfrenta desafíos particularmente severos que lo alejan del progreso visto en otras partes del mundo. Mientras que deportistas internacionales como Coco Gauff, Naomi Osaka y Simone Biles logran consolidar ingresos millonarios principalmente gracias al patrocinio, las atletas argentinas lidian con problemas estructurales agravados por la gestión política actual. Uno de los problemas más graves es la reducción sistemática de las becas deportivas, una medida que afecta de manera desproporcionada a las mujeres atletas. A pesar de los resultados destacados que muchas de ellas logran en competiciones internacionales, los recortes en sus estipendios limitan su capacidad para entrenar, participar en torneos y acceder a servicios básicos como atención médica y asesoramiento técnico. Esto se suma al desfinanciamiento estatal, la suspensión de torneos y la falta de planificación, dejando a las deportistas nacionales en una posición extremadamente precaria. La autogestión, las rifas y los aportes familiares se han convertido en la única alternativa para muchas de ellas.

La comparación global resalta aún más la desigualdad. Si bien las atletas internacionales enfrentan una brecha significativa en comparación con sus pares masculinos, cuentan con un respaldo económico y mediático que les permite mantener cierta estabilidad. En contraste, en Argentina, las mujeres deportistas no solo se enfrentan a esta disparidad de género, sino también a un contexto marcado por la desidia gubernamental y la falta de recursos. En los últimos años, las becas para atletas femeninas han disminuido en cantidad y en monto, lo que refleja una priorización inequitativa del sistema deportivo nacional. Esta destrucción del entramado deportivo pone en jaque no solo los sueños de las atletas argentinas, sino también el futuro del deporte femenino en el país. Las promesas de igualdad y desarrollo quedan relegadas a un discurso vacío, mientras las deportistas deben hacer el doble esfuerzo: superar las barreras del sistema y mantenerse competitivas a nivel internacional con recursos limitados o inexistentes.

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